Ayudar a refugios de animales era su último deseo, y sus amigos lo cumplieron
Antes de morir, Nelson Barría les hizo prometer a sus compañeros que no gastarían dinero en flores para despedirlo, y que en su lugar, ocuparían esa plata para donar alimentos a refugios de animales. Emocionados hasta las lágrimas, esta semana cumplieron la promesa que le hicieron a su amigo.
Nelson no estaba enfermo. Nadie esperaba que su vida termine de manera tan repentina, a los 48 años. Pero hace dos semanas, mientras trabajaba, sufrió un paro cardíaco. Y como si de alguna misteriosa manera lo hubiera presagiado, hace tiempo les hablaba a sus compañeros -en el local 142 de Carrefour- acerca de su último deseo para el día en que ya no esté. El no quería flores ni grandes despedidas, les pidió que el dinero que podrían destinar a eso, lo usen para comprar alimentos para perros y lo lleven a un refugio de animales.
Fabián lo conocía hace 18 años. Habían comenzado a trabajar juntos en el mismo supermercado cuando todavía se llamaba Norte -en pleno centro de Río Grande- y lo hicieron por diez años en el sector de lácteos. Luego, ambos fueron destinados a otras áreas, pero siempre fueron amigos. Compartían cenas, cumpleaños y navidades. El domingo 29 de octubre, acomodaban elementos de higiene en el depósito mientras charlaban, cuando Nelson repentinamente dejó de hacer lo que estaba haciendo, lo miró y se quedó en silencio. “Solo dijo ´hay´ y se desplomó en el suelo”, cuenta Fabián.
Entre el grupo de amigos que había formado en tantos años de trabajo, era habitual en el último tiempo escucharlo hablar acerca de su propia muerte, pero sin dramatismos, con naturalidad. Recordaba que su propio padre había muerto de un paro cardíaco, sentado en una mesa, y pensaba que él podría tener la misma suerte.
El último pedido a sus amigos, describe –en parte- el espíritu de Nelson. “Era muy colaborador siempre, nunca estaba quieto, y si bien dentro del trabajo no demostraba mucho que llevaba alimentos o colaboraba con las protectoras de animales, siempre trataba de colaborar con todas”, recuerda Fabián. “A mí me ayudó a construir mi casa, y lo mismo pasó cuando a un compañero se le incendió la vivienda, me vino a buscar y me dijo vamos a ayudarlo; o pedía ropa para donar porque siempre encontraba alguien que necesitaba”.
“Hace un tiempo el comenzó a decirnos a los compañeros que si él se moría o le pasaba algo, no quería flores en su entierro –dice Fabián-. Todos le decían que no jodiera con esas cosas, que iba a vivir un montón de años”. Pero Nelson era insistente y recurrente con el pedido de que ayuden a refugios.
Su voluntad se cumplió esta semana, en días en los que, también se habla tanto de maltrato animal. Luego de algunos días de tristeza, acomodarse a la ausencia y acompañar a la familia de Nelson, ninguno de sus amigos había olvidado el pedido. Y para Fabián y sus compañeros, cumplir esa voluntad era reafirmar la amistad más allá de la muerte. Juntaron plata entre todos, se sumaron incluso colaboraciones de la sucursal de Carrefour de calle Perú y de la propia empresa. Juntos sumaron 22 bolsas grandes de comida que subieron a una camioneta, y sin aviso previo, llevaron a dos ONGs que se dedican a la protección de animales: once para Refugio del Parque y otras once para Guardia Animal.
Fue una sorpresa para Graciela, de Guardia Animal, cuando vio llegar a diez personas en camionetas con las bolsas grandes de comida para alimentar a sus perros. “Me contaron que eran empleados de Carrefour y que venían a hacer una donación para Guardia Animal de parte de un compañero de trabajo que había fallecido en su lugar laboral”.
En el refugio, solo había lugar para la emoción. “Se creó un ambiente muy particular, hasta los perros se portaron bien en ese momento, fue muy raro porque siempre alguno empieza a ladrar o se rebela, pero ese día fue como si lo percibieran, fue místico”, dice Graciela.
“Misión cumplida”, pensaron los amigos de Nelson una vez que llegaron al refugio. “Lo querían mucho, me contaron que era muy buena persona, y su gesto lo demuestra, así como el de sus compañeros de trabajo que cumplieron con lo prometido”, cuenta la responsable.
Era la primera vez que a la ONG llegaba una historia así. “Es muy emotivo para nosotras, por eso quisimos agradecer y hacerlo público. Son las cosas que alegran el alma y que hacen bien, que te dan fuerzas para seguir”, señala.
Nelson adoraba a los animales, sobre todo a los perros, tenía uno en su casa, y contaba en broma de unos “amigos” que lo visitaban cuando pasaba a cuidar la casa de su padre. Eran los perros de la cuadra que lo esperaban ansiosos porque les llevaba alimento y cariño. “Él era así, de colaborar, en el trabajo y afuera. Siempre andaba ayudando y lo vamos a extrañar”, dice Fabián en nombre de todos sus compañeros del Carrefour.