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Critica Sur » Sociedad » 11 oct 2016

Homenaje a Lola Kiepja: testimonios de dolor y reclamo por “respeto”

Al cumplirse 50 años de su muerte, descendientes de Lola Kiepja brindaron una charla para recordarla. Repasaron anécdotas de sus últimos años; el genocidio contra el pueblo selk'nam y, entre muestras de dolor, reclamaron “más respeto” por su imagen y la historia.


“Lola no fue la última, quedamos nosotros como familia”, dice María Angélica Salamanca, descendiente selk’nam, al cumplirse -el domingo pasado- 50 años de la muerte de Lola Kiepja.

Ella, junto a sus hermanas Mirtha, Margarita y Viviana Salamanca, ofrecieron una charla homenaje en la Casa Cultural “Rafaela Ishton”, ubicada frente al Hospital Regional.

“Es la primera vez que hacemos algo así y nos imaginábamos que esta iba a ser la convocatoria, por todos los eventos que hay”, admite Brenda Vilte, hija de Mirtha, sobre la escasa convocatoria. De hecho, Crítica Sur fue el único medio presente.

“La idea era poder juntarnos toda la familia y que mis tías puedan compartir el testimonio que dejó mi abuela, que ellas conocieron a Lola, y que lo sepa el común de la gente y no quede solamente para nosotros, sino que sea contado por ellas, las protagonistas, en un marco de respeto, que es lo que está faltando”, explicó Vilte previo al comienzo de la charla.

Escupida y apedreada

La primera en hablar fue Mirtha, cuyo relato sobre los recuerdos de Lola en su infancia dejaron una sensación agridulce.

“Era nuestra abuela, era nuestra alegría, pero también había tristeza en ella, mucho dolor, que una de grande se da cuenta. Pero ése es el recuerdo que me dejó a mí”, cuenta la mujer, sin poder evitar las lágrimas.

Habló de las visitas de Lola a su casa cuando dejaba ocasionalmente la reserva donde vivía -con la familia Garibaldi Honte- para realizar algunas compras en Río Grande, y de las tardes que compartía con su madre Elvira. “Conversaba con mamá y se tapaba la boca, pero nosotras éramos chicas y nos preguntábamos porqué se tapaba la boca, y era por la lengua, por el temor a que la escuchen. Era muy triste verla murmurar”, recuerda.

“Lola llegaba a casa escupida y apedreada por su condición de india”, repasa Mirtha y vuelve a quebrarse: “Cuando venía alguien a casa, ella no entraba hasta que esa gente se iba. Quería estar con la familia nada más”, dice.

“¿Qué nos queda de que la conocimos? ¿Con qué podemos recordarla con alegría? Nada, solamente tristeza. Para mí un gran dolor”, lamenta.

Mirtha dice que la historia del pueblo selk’nam “es un círculo que no tiene final”, señalando que “estamos buscando a nuestros seres queridos todavía, y todos de la generación de Lola Kiepja”.

“Queremos saber todavía si tenemos más gente y más familia, porque parte de nuestra identidad no está cerrada todavía”, afirma.

“Llevamos su sangre”

María Angélica Salamanca repasó el genocidio contra el pueblo selk’nam y cómo separaron a familias completas, entre ellas a Lola. “Al cumplirse 50 años de su ausencia física tuvimos la necesidad de expresarnos y que no se transforme la historia y no se lucre, porque con su vida se ha lucrado y se ha beneficiado mucha gente”, dijo.

“Lola, a través de la forma en que pudo expresarse por quienes han venido a investigar sobre los selk’nams, ha podido dejar su cultura y sus vivencias. Dejó mucho para conocer sobre su gente y dejó mucho expresado de lo que le estaba pasando a su pueblo”, cuenta.

Para María Angélica, aunque siempre se la denominó “la última selk’nam”, sus descendientes “no la consideramos así porque estamos nosotros, que continuamos como familia”.

“Y a pesar de la angustia, podemos decir que llevamos su sangre y la alegría de haberla conocido también”, agrega, para que no queden dudas. “Era maravilloso tenerla como abuela”, admite.

“Personalmente mi alegría es que ella, en su último suspiro, haya podido estar junto a mi mamá, y que mi mamá haya podido estar con ella”, agrega.

María Angélica no ocultó su malestar por el trato hacia Lola, por su condición de aborigen; y que no guarden de ella ningún recuerdo material. “Se llevaron sus cosas y lo que ella misma hacía, el tejido de junco, no nos dejaron nada y ni siquiera nos preguntaron si deseábamos tener algo o no de nuestra abuela”, dice y recuerda que existen objetos de Lola en Francia e incluso Italia.

“Era muy buena y simpática”

Margarita Salamanca tampoco pudo evitar llorar al contar sus recuerdos sobre Lola: “Iba a visitar a mi mamá y nos traía regalos, canastitos. Era una mujer muy buena y simpática”, cuenta.

“Éramos chicas y no sabíamos bien la historia de todo lo que había pasado en Tierra del Fuego. Somos nacidas en Río Grande, y con el tiempo nos fuimos enterando todo lo que había pasado”, dice.

Coincide con sus hermanas en que su pueblo fue “muy sufrido y discriminado”, y que fueron “separados de sus familias”. Y esa separación atravesó a su propia familia. “Mi mamá se crió en La Misión Salesiana desde los 3 años, fue criada por las monjas”.

“Hoy en su memoria la recordamos como siempre y estamos felices de haberla conocido. Ella fue una mujer humilde, trabajadora, sencilla y de gran corazón. Hoy queríamos recordarla y homenajearla, y siempre va a seguir en nuestros corazones”, afirma.

Margarita recuerda que Lola y su mamá Elvira “a veces charlaban en su lengua”, pero que “mamá no era de comentar sobre todo lo que pasaba, además nosotras éramos chicas y no íbamos a entenderlo”.

“Son recuerdos muy tristes”, admite, pero pide lo mismo que sus hermanas a lo largo de la charla: respeto por la historia, y por Lola. “Por lo que ella significó, y aunque se fue, queda su descendencia”.

“Nos sentimos dolidos”

La última en dar su testimonio fue Viviana Salamanca, la menor de las hermanas: “Era muy chica cuando ella falleció, apenas tenía 4 años, pero sé que es como cuentan mis hermanas, y sé que Lola sufrió muchísimo como todos los de este pueblo, que fueron maltratados y masacrados”, señaló.

“Este encuentro era también para aclarar el tema de las fechas (sobre su muerte) porque los libros dicen una cosa y la realidad es otra. Muchas veces la historia no es como la escriben”, dice y menciona a la antropóloga Anne Chapman, quien estudió al pueblo selk’nam y en particular a Lola Kiepja y Ángela Loij.

“En los libros de Anne Chapman leemos cosas que Lola no quería que se conocieran, como por ejemplo sus cantos chamánicos sagrados, y eso no se respetó. Hoy los encontramos en todos lados (refiriéndose a internet) y eso nos da pena y como familia nos sentimos dolidos”, remarcó.

Viviana recuerda que su madre “nos protegía para que no fuéramos discriminados por ser descendientes de pueblos originarios”, entendiendo que “hoy es un buen día para que se aclaren tantas cosas y es el momento oportuno para que se respete su memoria. Queríamos como familia mostrar la realidad”, dijo.

Entre tanto dolor, por lo que consideraron “desinformación e ignorancia” sobre la historia del pueblo selk’nam y la historia de Lola, las hermanas Salamanca coincidieron en que sólo una cosa las puede reconfortar: “El respeto y el tenernos en cuenta, porque somos los testimonios vivos de lo que nos contó mi mamá”.

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