miércoles 13 de noviembre de 2024 - Edición Nº2977
Critica Sur » Sociedad » 4 feb 2018

LAS RESPUESTAS DE LA ARQUEOLOGÍA, LOS MITOS Y

¿Existieron los gigantes?

Es una de las preguntas más inquietantes del género humano. Quizá la más conocida de todas las historias vernáculas documentadas es la de lo seres que quedaron registrados en la bitácora del marino portugués Fernando de Magallanes (1510-20) durante la búsqueda de un paso entre el Atlántico y el Pacífico, estrecho que encontró y hoy lleva su nombre.


Hay leyendas. Múltiples. Se desprenden de todos los rincones del planeta, desde tiempos inmemoriales, aunque también existen relatos, muchos, de expedicionarios, en la literatura, de arqueólogos, de personas comunes, que aseguran que la faz de la Tierra, alguna vez, estuvo habitada por gigantes. Pero, ¿hay evidencias?, según recoge Juan Batalla en Infobae.

De la mitología a la Biblia

Siempre hay un mito fundacional. En este caso surge en Epopeya de Gilgamesh (2500-2000 a. C.), la obra épica más antigua conocida, de origen sumerio, que narra la historia de este rey gigante. En el Mahabhárata, texto épico-religioso del siglo III a. C. del hinduismo, aparece Putana, una demonia gigante que amamantó con su pecho envenenado al bebé Krishna; en la mitología griega están los Hiperbóreos, los gigantes que vivían más allá de los vientos del norte y los titanes, como Prometeo, que dio el fuego a los hombres. También hay relatos en la mitología nórdica y germánica, con personajes como los Jotuns, enemigos de los dioses. Y más. Muchos más.

En diálogo con Infobae Cultura, James Vieira, quien desde hace 20 años estudia el fenómeno en EEUU y protagonizó la miniserie documental Search for the Lost Giants (En la búsqueda de los gigantes perdidos) en History Channel, sostuvo: "Los masones, los rosacruces, los teósofos, los documentos religiosos incluyendo la Biblia, los grandes místicos, como Rudolph Steiner y Edgar Cayce, y las tradiciones orales indígenas de todo el mundo creen que los gigantes existían. Todos los exploradores tempranos bien conocidos en las Américas, John Smith, Francis Drake, Francisco Vázquez de Coronado, Fernando de Magallanes, Américo Vespucio, Hernando de Soto, entre otros, todo aseguraron que al encontrar pueblos nativos había gigantes, desde la actual Virginia (EEUU) a la Patagonia".

En la Biblia es bien conocido el relato de David venciendo a Goliat, pero ésta no es la única aparición de los gigantes en el texto sagrado del cristianismo. Aparecen en el Viejo Testamento (Génesis 6, versículos 4), donde se puede leer "por entonces y también en épocas posteriores, cuando los hijos de Dios cohabitaban con las hijas de los hombres y éstas tuvieron hijos, aparecieron en la Tierra los gigantes (Nephilim, en hebreo). Éstos son los esforzados varones de los tiempos primeros, los héroes famosos".

O en Números 13:33: "Cuando Moisés envió a los espías a la tierra de Canaán, regresaron con la noticia de que allí habitaban gigantes"; "Allí nacieron los famosos gigantes de los primeros tiempos, de gran estatura y expertos en la guerra. Pero no fue a ellos a quienes Dios eligió y les dio el camino de la ciencia; ellos perecieron por su falta de discernimiento, perecieron por su insensatez" (Baruc 3:26, 3:27,3:28) o "Así también, al comienzo, cuando murieron los orgullosos gigantes, la esperanza del mundo se refugió en una balsa (Arca de Noé) que, conducida por tu mano (Yahwéh), dejó al mundo la semilla de una nueva humanidad" (Sabiduría 14:6). Y más.

Gigantes en Sudamérica

Quizá la más conocida de todas las historias vernáculas documentadas es la de los Patagones, estos seres que quedaron registrados en la bitácora del marino portugués Fernando de Magallanes (1510-20) durante la búsqueda de un paso entre el Atlántico y el Pacífico, estrecho que encontró y hoy lleva su nombre.

"Vimos cerca de la playa (en la Tierra del Fuego) un hombre que era tan grande, que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura", escribió entonces Antonio Pigafetta, marino fiel a Magallanes. Los llamaron "Patagones", por el tamaño desmedido de sus pies y de allí deriva la palabra Patagonia, claro. Sin embargo, otras aseguran que Magallanes recogió el nombre de una novela popular en ese entonces, Primaleon (1512), que presentó una raza de gente salvaje llamada Patagonians.
Representación de los gigantes patagónicos durante el viaje de Magallanes
Representación de los gigantes patagónicos durante el viaje de Magallanes

El famoso corsario inglés, explorador, comerciante de esclavos y político Sir Francis Drake se encontró con los gigantes patagónicos. Aunque su relato difiere del de Magallanes: "Magallanes no mintió del todo al nombrarlos como gigantes, por lo general, difieren con el común del hombre, tanto en estatura, grandeza y fuerza del cuerpo, como en la fealdad de sus voces: pero no son nada monstruosos y gigantescos, como fueron representados".

El explorador neerlandés Jacob Le Maine navegó por Sudamérica en 1615 y dejó un mapa de la zona que hoy es Puerto Deseado, Santa Cruz, Argentina, con un curioso detalle: describió el punto H, como el lugar "donde encontraron el sitio del entierro de un gigante, cuyos huesos medían entre diez y once pies de largo", o sea, más de tres metros.

Estos expedicionarios no fueron los únicos de aquellos valientes -y ambiciosos- que tuvieron en el "Nuevo Mundo" experiencias con seres que en la actualidad parecen sobrenaturales. José de Acosta, un jesuita, antropólogo y naturalista español que desembarcó en América en 1571, por ejemplo, escribió en su Historia Natural de las Indias que los chichimecas, pueblos originarios que ocuparon parte de México y llegaron hasta Potosí, eran gigantes "que arrancaban las ramas de los árboles como nosotros deshojamos lechugas". Por su parte, Juan de Velasco, jesuita ecuatoriano, destacó en su Historia Antigua del Reyno de Quito (1789) que "Manta fue a principios de la era cristiana el teatro de la espantable raza de los gigantes" y detalló los tamaños espectaculares de esqueletos y huellas encontradas.

En Europa, José Torrubia, misionero franciscano, geólogo, paleontólogo y espeleólogo español, describió en su Historia Natural Española (1754) el hallazgo de un esqueleto de "96 pies de alto (29 metros), en cuyo cráneo cabían 20 libras (9 kilos) de harina". Y más.

Entre las leyendas folclóricas de los pueblos originarios -que sobrevivieron el paso del tiempo- existen diferentes personajes con características gigantes, como Nosjthej y Gosye (temidos por su crueldad y ser enemigos de los hombres) y a Hol-Gok en la cosmogonía teuhelche (la región de la Patagonia); los qom (Chaco central) tienen a Kataló (deidad padre de la salvación) y entre las leyendas guaraníes (Corrientes, Misiones y Paraguay), se encuentra Caá-Porá.

El arraigo de estas creencias en esta parte del globo es tan grande que en un museo de Estados Unidos descansan los restos de Kap Dwa, conocido como el gigante sudamericano de 2 cabezas. Según la leyenda, el origen de este ser sería patagónico o guaraní.

Para Luis Borrero, licenciado en antropología, investigador del Conicet y uno de los científicos más respetados del país con respecto a excavaciones en la Patagonia, no existen evidencias de una "raza de gigantes" en esta región.

Autor de cientos de papers y con una extensa trayectoria en trabajo de campo, Borrero explicó a Infobae Cultura que en tantos años de trabajo "jamás encontró ninguna evidencia de gigantes".

También en la literatura

Más allá de los mitos y bitácoras de viaje, los gigantes están presentes en la literatura, aunque -generalmente- a través de historias pensadas para niños. Existen muchos relatos clásicos, como Jack y la habichuelas mágicas, que si bien tiene varias versiones todas tienen en común que al ser plantadas crecen hasta el castillo de un gigante u, otra similar, Jack el cazagigantes, llevadas al cine por Bryan Singer en 2013.

Quizá el autor que más ficcionalizó el tema fue François Rabelais, escritor francés del siglo XVI, quien en cinco libros realizó una sátira lasciva sobre Gargantúa y Pantagruel, padre e hijo, respectivamente, aunque el tamaño de los personajes varía según la necesidad de la trama.

El Amadís de Gaula, editada en 1508 en España, es considerada una obra maestra de la literatura medieval fantástica y el más renombrado libro de caballería. Existen diferentes versiones sobre su verdadero origen, aunque no hay dudas sobre la presencia de gigantes y gigantas, que forman entre sí diferentes linajes con características en común: son soberbios y traicioneros, practican el incestos y usurpan reinos para raptar doncellas, por lo que son el enemigo perfecto para los caballeros cristianos. Una de las obras más destacadas de la literatura universal, El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (1615), de Miguel de Cervantes Saavedra, también hace alusiones a gigantes o jayanes, aunque eran en realidad molinos de viento.

Los viajes de Gulliver, novela publicada en 1726, bajo el heterónimo de Lemuel Gulliver, es una de las obras más representativas del irlandés Jonathan Swift. En este clásico, Gulliver primero llega a Liliput donde él es visto como gigante, para luego seguir su travesía a Brobdingnag, donde sí encuentra seres de estatura inconmensurable.

Otras historias donde los niños vuelven a escena son en El gigante egoísta (1888), cuento de Oscar Wilde, y El gran gigante bonachón (1982), Roald Dahl, y más acá en el tiempo se encuentra Rubeus Hagrid, dentro del universo de Harry Potter (1997) creado por J.K. Rowling. Y más. Muchísimos más.

Del Hobbit al Denisovano, ¿la respuesta está en la evolución?

En el largo camino de la evolución, se descubrieron seres como el Homo floresiensis, en la isla indonesia de Flores. Estos homínidos tenían una estatura del alrededor de 1 metro de altura y por eso se lo conoce como Hobbits, en honor al personaje de la saga El Señor de los Anillos, de J.R.R. Tolkien.

Los hobbits se habrían extinguido hace 50 mil años, en la misma época en que el homo sapiens comienza a expandirse por el planeta.

Entonces, ¿es posible que como hubo espacio para el desarrollo del "hobbit" también lo hubo para los gigantes?

Para Borrero "la evolución no es predecible y cualquier cosa que sea seleccionada por selección natural, lo que significa una acomodación con su ambiente, puede darse. Entonces, no es una cuestión de si hay o no lugar, sino de si las condiciones existieron para que eso ocurriera".

"No hay registro de tales condiciones dentro del proceso de hominización. Si hubieran existido seguramente tendríamos alguna evidencia, pues huesos más grandes tienen muchas mayores posibilidades de preservarse. En cambio tenemos buenos registros de varios homininos con huesos pequeños y frágiles, que es lo que ha predominado en nuestro proceso de hominización", explicó.

En 2010, en la cueva de Denisova, dentro del macizo de Altái, en Siberia, Rusia, un equipo de arqueólogos halló un molar y el hueso de un dedo. Luego del análisis de ADN realizado por el Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, se llegó a la conclusión que el diente perteneció a una especie homínida hermana que murió hace unos 40.000 años, a la que se denominó Denisovanos.

En aquel tiempo, los Homo sapiens compartían el continente euroasiático con otras poblaciones humanas, como también con los neandertales, por lo que el descubrimiento colocó a los Denisovanos en el mismo espacio.

"Es un lugar increíble, porque en realidad es el único lugar en el mundo donde sabemos que vivieron tres grupos diferentes de humanos con historias muy diferentes", dijo entonces Svante Pääbo, líder de la investigación.

Estudios posteriores, tanto en el hueso como en el diente, demostraron que los Denisovanos dejaron su huella en los humanos modernos, aportando alrededor del cinco por ciento del genoma de los melanesios actuales, que viven en Papúa Nueva Guinea y otras partes del Pacífico.

Una de las características más llamativas del molar fue su tamaño, más grande que lo de los Homo sapiens y los neandertales. Bence Viola, antropóloga de la Universidad de Toronto, quien se encargó del análisis dental, aseguró que si bien es "difícil decir cómo se verían los dientes grandes de Denisova, debido a que las muelas del juicio tienen formas notoriamente variables, no hay duda de que estos dientes grandes con raíces masivas probablemente requerirían mandíbulas masivas".

Para Borrero el tamaño del molar no representa una prueba sobre la altura ni la complexión del individuo al que le perteneció: "En general los molares no son buenos predictores del tamaño del individuo. Si es grande- implica un tamaño grande de la mandíbula en que debe acomodarse. No es una pieza que se selecciona para hacer alometría, pues carece de la sensibilidad requerida. El caso Denisovano incluye una muela de juicio, que es todavía más variable en tamaño".

Fuente original: Infobae

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