sábado 27 de julio de 2024 - Edición Nº2868
Critica Sur » Sociedad » 21 jul 2024

SOCIEDAD

Cambio climático: el impacto en la Antártida, una preocupación mundial

La velocidad a la que se mueve la isoterma de cero grados en la periferia del continente blanco, es cuatro veces la velocidad promedio de los ecosistemas en el resto del mundo


El acelerado ritmo del cambio climático en la Antártida no es solo un dato frío que aparece en los estudios científicos, sino una realidad que está transformando uno de los rincones más inhóspitos y remotos del planeta. Durante años, este continente helado fue utilizado como argumento por los escépticos del calentamiento global, quienes veían en su inmensidad congelada una prueba de que el clima de la Tierra no estaba cambiando de manera drástica. Sin embargo, los últimos acontecimientos han dejado en evidencia que incluso la Antártida no es inmune a los efectos del cambio climático.

El 6 de febrero de 2020, la Antártida alcanzó una temperatura récord de 18.3 grados Celsius, superando la marca anterior de 17.5 grados Celsius registrada unos años antes. Este evento fue solo el inicio de una serie de olas de calor que han batido todos los récords y han provocado un deshielo sin precedentes en la península antártica.

En marzo de 2022, una ola de calor en la Antártida oriental registró temperaturas entre 30 y 40 grados Celsius, una cifra que resulta inconcebible para una región que se asocia tradicionalmente con temperaturas extremadamente bajas.

Estos fenómenos no son aislados, sino parte de una tendencia preocupante que ha llevado a la extensión del hielo marino antártico a sus niveles más bajos desde que se tienen registros.

El vínculo entre estas olas de calor y el cambio climático ha sido objeto de numerosos estudios científicos. Uno de ellos concluyó que, sin la influencia del calentamiento global, el récord de 2020 no se habría producido. Es difícil no ver la conexión entre estos eventos extremos y el cambio climático, especialmente cuando se observan los patrones de migración de la isoterma de cero grados, una línea imaginaria que une los puntos en el mapa donde la temperatura es de 0 grados Celsius.

Desde 1957, esta línea se ha movido hacia el sur a una velocidad de 15.8 kilómetros por década alrededor de la Antártida, y hasta 23.9 kilómetros por década en la península antártica. Este desplazamiento significa que el área con temperaturas bajo cero alrededor de la Antártida se está reduciendo, lo que tiene consecuencias drásticas tanto para la criósfera como para los ecosistemas locales.

La isoterma de cero grados marca la transición entre el agua líquida y el hielo, por lo que su movimiento hacia el sur implica un aumento en las temperaturas y un derretimiento más rápido del hielo. Este fenómeno no solo afecta a la atmósfera, sino que también tiene un impacto significativo en la criósfera, que incluye todos los sistemas helados de la Antártida. La menor cantidad de nieve sobre el mar helado, que normalmente actúa como aislante para el hielo marino, puede acelerar la disminución del hielo durante los meses de verano.

Además, aunque los efectos sobre el permafrost y las plataformas de hielo aún no están del todo claros, es probable que los glaciares periféricos de la península antártica se vean gravemente afectados, lo que podría contribuir al aumento del nivel del mar en las próximas décadas.

Los cambios en la criósfera también tendrán repercusiones en los ecosistemas locales. A medida que el hielo se derrite, se abren nuevas áreas para la vida, lo que podría permitir que especies de otros continentes, que no están adaptadas a las condiciones de congelación, se establezcan en la región. Esto podría generar una competencia con las especies locales, alterando el equilibrio ecológico de la Antártida. La mayor cantidad de lluvia líquida en lugar de nieve en las regiones más externas del continente es otro indicador de que el clima está cambiando de manera drástica y rápida.

La velocidad a la que se está moviendo la isoterma de cero grados en la periferia de la Antártida es cuatro veces la velocidad promedio de los ecosistemas en el resto del mundo. Este dato no solo es alarmante, sino que subraya la urgencia de abordar el cambio climático a nivel global. Los modelos climáticos prevén que durante las próximas décadas, la velocidad de desplazamiento de esta isoterma se acelerará, independientemente del escenario de emisiones. Sin embargo, el ritmo de este desplazamiento dependerá de cuánto carbono sigamos emitiendo. Si continuamos con el actual ritmo de emisiones, la posición de la isoterma cero continuará avanzando a un ritmo similar, para luego frenarse durante la segunda mitad del siglo XXI. En un escenario de altas emisiones, esta velocidad se aceleraría aún más, continuando su avance hacia el sur hasta finales de siglo.

Las implicaciones de estos cambios son profundas y abarcan no solo a la Antártida, sino al planeta en su conjunto. La rápida migración hacia el sur de la isoterma de cero grados es una señal clara de que el cambio climático está avanzando a un ritmo alarmante, afectando a la criósfera y los ecosistemas locales de maneras que apenas comenzamos a comprender. Los estudios sugieren que, sin una reducción significativa de las emisiones de carbono, estos cambios continuarán acelerándose, con consecuencias impredecibles para la Antártida y, por ende, para el nivel del mar y los sistemas ecológicos de todo el mundo.

La Antártida, que alguna vez fue vista como un bastión de estabilidad en un mundo en calentamiento, ahora está en el frente de batalla contra el cambio climático. Los eventos de calor extremo y el derretimiento del hielo nos recuerdan que incluso los lugares más remotos no están a salvo de las consecuencias de nuestras acciones. El desafío ahora es tomar medidas urgentes y efectivas para mitigar estos efectos, antes de que los cambios en la Antártida se conviertan en una realidad irreversible que afecte a todo el planeta.

EL DÍA QUE EL TERMÓMETRO MARCÓ -89.2

El 21 de julio de 1983, la Base Vostok de la Antártida se convirtió en el epicentro de un hito histórico y científico al registrar la temperatura más baja conocida por el hombre: -89.2 grados Celsius. Esta marca estremecedora fue alcanzada en una de las regiones más inhóspitas del planeta, subrayando la dureza y el desafío de las condiciones antárticas.

La Base Vostok, una estación de investigación rusa situada a más de 3,500 metros sobre el nivel del mar, ha sido durante décadas un lugar crucial para la investigación climática. Fundada en 1957, la estación está ubicada en el corazón de la Antártida, en una zona conocida por sus temperaturas extremas y su aislamiento geográfico. Las condiciones en Vostok son tan severas que la vida diaria de los científicos es una constante lucha contra el frío y la oscuridad del invierno polar.

El récord de -89.2 grados Celsius no fue un hecho fortuito, sino el resultado de las particulares características geográficas y meteorológicas de la región. La altitud elevada, la vasta planicie helada y la distancia de cualquier influencia oceánica crean un microclima extremadamente frío.

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